Me paso un par de horas disfrutando y sufriendo con Nadal en la semifinal olímpica ante Djokovic y una vez finaliza el partido me invade la misma sensación que cuando me tragué enterita la última final de Wimbledon. ¡Menuda exhibición deportiva! Creo que el tenis es un buen ejemplo para el baloncesto y viceversa porque pocos deportes deparan durante el partido tantas sensaciones contrarias e inmediatas. El jugador de tenis y el de baloncesto reciben de manera continua durante un par de horas numerosos puntos a favor y en contra. Las acciones positivas y negativas se suceden sin que nada ni nadie deba alterar su estado de ánimo. Se producen errores no forzados, forzados, actuaciones brillantes del rival junto a momentos estelares propios y, tras cada uno de ellos, el partido se reanuda obligando al protagonista a estar al cien por cien, física y mentalmente. Nada es más importante que la acción inmediata y toda la concentración ha de proyectarse hacia el presente consciente de que la victoria se construye en cada una de las jugadas. En baloncesto existe el refuerzo del compañero mientras en tenis ese apoyo hay que buscarlo en el interior de uno mismo.
Comparto la teoría de Pablo Laso de que el baloncesto “es un deporte individual que se juega en equipo”. Que el primer responsable en estar preparado adecuadamente para conseguir el éxito es el jugador. Preparado técnica, física y mentalmente. Luego interviene la táctica colectiva, el refuerzo del grupo, pero partimos de una base donde la responsabilidad empieza en el individuo. Me encanta conocer que nuestros jugadores de la selección y Rafa Nadal han congeniado hasta el punto de compartir “pochas” en la Villa Olímpica, seguirse en los respectivos partidos y animarse a nuevos retos. Me encanta porque creo que en el deporte de élite ya no basta con ser un buen jugador sino que además hay que ser buenos deportistas y creo que el secreto de nuestras jóvenes estrellas es que sienten el deporte como una forma de vida.
sábado, 16 de agosto de 2008
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1 comentario:
Sí señor: el deporte como una forma de vida. Tanto si se practica como si no, hay que mantener el espiritu deportivo, de competición sana, de afán de superación y reto desafiante. Espiritu deportivo sin trampas ni especulaciones, no hay mayor satisfacción que conseguir un reto.
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