“Todos somos los mejores entrenadores de los equipos que no entrenamos”
Si algo envidia el baloncesto del fútbol es la repercusión mediática. De fútbol se habla antes y después de unos partidos que duran días, a veces incluso semanas. Todo el mundo se siente seleccionador, entrenador de su club y cualquiera que escriba o hable se siente capaz de cuestionar el cómo, el porqué y el cuándo de todas y cada una de las decisiones de los entrenadores. España, seguramente como la mayoría de países, está repleta de potenciales entrenadores de fútbol y esa es la grandeza de un deporte del que “todo el mundo entiende” y que por ello acapara la atención eclipsando al resto.
El baloncesto sólo consigue parecerse al fútbol en este aspecto cuando juega la Selección. Durante la temporada pasan las diferentes competiciones casi de puntillas dentro del escenario mediático nacional destacando puntualmente las actuaciones individuales de nuestros jugadores en la NBA, la anotación de alguna estrella de la ACB o de la Adecco Oro y, si llega algún equipo español a la Final Four, el interés por si la gana. Pero amigos, en verano, todas las miradas se dirigen a la selección de baloncesto que es capaz incluso de eclipsar durante unos días – hablo en términos generales – a Mourinhos y Guardiolas.
Tras la derrota ante Serbia leo la prensa, escucho radios, me tomo un café en el bar y compruebo como de pronto todo el mundo hace de seleccionador y opina sobre las decisiones finales de Scariolo – lo lleva el cargo - y me felicito que eso suceda. Ese es el éxito de una selección que lleva años enganchando a la gente que no siempre es del baloncesto pero sí es del baloncesto de la Selección. Algunos puristas lamentan que “todos” se suban al carro mediático de manera oportunista – en lo positivo y en lo negativo - y sin embargo los que llevamos años intentando conseguir más atención nos felicitamos que así sea.
Cuando todo el mundo habla de algo es porque interesa, porque hace sentir, porque ilusiona tanto que, en consecuencia, decepciona aún más en la derrota. Nos acostumbramos – nos acostumbraron - a ganar de manera repetida, insistente, insólita en un escenario deportivo de igualdad y alternancia de éxitos. Ahora toca saber convivir con la derrota, con la tristeza, con las opiniones de todos y la mejor manera de conseguirlo sería, seguramente, finalizando el Mundial ganando. Volviendo a casa con el orgullo de haber competido al máximo en todos y cada uno de los partidos y mostrando tanta humildad para luchar por el oro como ambición para conseguir acabar bien. Porque el proyecto sigue siendo tan ilusionante como siempre aunque obviamente todos vayamos a sentir un pequeño – gran vacío este fin de semana. Por delante tenemos unas citas suficientemente estimulantes como para mirar al futuro con la motivación intacta.
Si algo envidia el baloncesto del fútbol es la repercusión mediática. De fútbol se habla antes y después de unos partidos que duran días, a veces incluso semanas. Todo el mundo se siente seleccionador, entrenador de su club y cualquiera que escriba o hable se siente capaz de cuestionar el cómo, el porqué y el cuándo de todas y cada una de las decisiones de los entrenadores. España, seguramente como la mayoría de países, está repleta de potenciales entrenadores de fútbol y esa es la grandeza de un deporte del que “todo el mundo entiende” y que por ello acapara la atención eclipsando al resto.
El baloncesto sólo consigue parecerse al fútbol en este aspecto cuando juega la Selección. Durante la temporada pasan las diferentes competiciones casi de puntillas dentro del escenario mediático nacional destacando puntualmente las actuaciones individuales de nuestros jugadores en la NBA, la anotación de alguna estrella de la ACB o de la Adecco Oro y, si llega algún equipo español a la Final Four, el interés por si la gana. Pero amigos, en verano, todas las miradas se dirigen a la selección de baloncesto que es capaz incluso de eclipsar durante unos días – hablo en términos generales – a Mourinhos y Guardiolas.
Tras la derrota ante Serbia leo la prensa, escucho radios, me tomo un café en el bar y compruebo como de pronto todo el mundo hace de seleccionador y opina sobre las decisiones finales de Scariolo – lo lleva el cargo - y me felicito que eso suceda. Ese es el éxito de una selección que lleva años enganchando a la gente que no siempre es del baloncesto pero sí es del baloncesto de la Selección. Algunos puristas lamentan que “todos” se suban al carro mediático de manera oportunista – en lo positivo y en lo negativo - y sin embargo los que llevamos años intentando conseguir más atención nos felicitamos que así sea.
Cuando todo el mundo habla de algo es porque interesa, porque hace sentir, porque ilusiona tanto que, en consecuencia, decepciona aún más en la derrota. Nos acostumbramos – nos acostumbraron - a ganar de manera repetida, insistente, insólita en un escenario deportivo de igualdad y alternancia de éxitos. Ahora toca saber convivir con la derrota, con la tristeza, con las opiniones de todos y la mejor manera de conseguirlo sería, seguramente, finalizando el Mundial ganando. Volviendo a casa con el orgullo de haber competido al máximo en todos y cada uno de los partidos y mostrando tanta humildad para luchar por el oro como ambición para conseguir acabar bien. Porque el proyecto sigue siendo tan ilusionante como siempre aunque obviamente todos vayamos a sentir un pequeño – gran vacío este fin de semana. Por delante tenemos unas citas suficientemente estimulantes como para mirar al futuro con la motivación intacta.
1 comentario:
Aunque no estoy de acuerdo en lo de la humildad sí lo estoy a medias en lo de los seleccionadores de bar, pero con matices. Yo también he comprobado ese fenómeno a veces, pero ves que no es exactamente lo mismo. Por ejemplo, te pilla el partido de turno en un lugar donde no tienes tv y te tienes que pasar por el bar más cercano y pedirles que pongan la Sexta para el baloncesto. La primera diferencia: "bueno, pero lo pongo sólo si no hay fútbol en otro canal" (mal empezamos). Cuando superas esa criba y los tres o cuatro que hay en la barra comentan las imágenes de la tv compruebas que sigue sin ser lo mismo, básicamente porque hablan de jugadores como "Ricky Fernández", del rival no conocen ni un sólo nombre y el comentario técnico no va más allá de echarle más o menos huevos o si deberían pasársela o no a ése delgadico que tira tan bien, el Navarro ése.
Pero bueno, poco a poco, cuando los medios nos den más cobertura la gente empezará por saberse los nombres y terminaremos no siendo yo el único que pido en el bar de turno que pongan el basket, e incluso que haya una disputa entre clientes entre si se pone basket o fútbol. Pero para eso aún falta.
Nos vemos en alguna pista.
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