España vuela de nuevo hacia el éxito, hacia el éxtasis. Frente a Grecia se enfundaron el uniforme de las grandes ocasiones, ese que viste por partes iguales elegancia y esfuerzo, ese que los convierte en invencibles en el momento clave, en la hora de la verdad. Sí, España ganó a Grecia (80-72) y se clasificó para cuartos de final en una nueva demostración que, en la hora de los valientes, nuestra selección nunca falla.
Fue una victoria trabajada, sufrida, buscada tanto desde el esfuerzo como desde el ingenio. La intensidad, la calidad, la estrategia triunfaron esa noche en Estambul en una fusión de baloncesto de actor y de autor, en una demostración de que cuando llegan los momentos claves, en los últimos años, nuestras estrellas no se esconden, aparecen con más brillo, con más carácter. La afición volvió a disfrutar con esa selección que mostró la identidad ganadora con la que lleva conviviendo desde hace muchos campeonatos. España, tras la victoria, vuela de nuevo hacia el éxito.
Dos bombitas de Navarro, un par de tapones de Marc, aparición sobria y efectiva de Garbajosa y primeras ventajas en un marcador que reflejaba la superioridad española sobre la pista. Porque sólo cierta fragilidad defensiva concediendo penetraciones demasiado cómodas provocaban igualdad en el marcador rota cuando irrumpieron en el parquet la llamada “segunda unidad”. Mumbrú, Llull y Raül distanciaban a España con un triple cada uno de ellos, Felipe aparecía cerrando el primer cuarto 22-19 y de pronto Fran Vázquez volaba por encima de todos capturando rebotes en los dos aros y anotando un par de canastas propias de un crack. Sí, la segunda unidad – que en realidad es un término poco apropiado - no sólo hacía su trabajo sino que se esmeraba hasta el punto de distanciar a la Selección 28-21. Scariolo ordenaba un oportuno e inteligente cambio a defensa zonal sobre tiempo muerto del rival y por momentos provocaba un atasco ofensivo de una Grecia que se veía metida en una trampa de la cual supieron salir por la calidad y experiencia de dos tipos curtidos en el baloncesto de alto nivel como Spanoulis y Diamantidis. Ya con el quinteto inicial de nuevo en pista momentos ilusionantes de una España que se distanciaba 37-29 con navarro liderando, con Marc mandando y todo ello en espera de que Rudy mostrara su talento. Lástima de unos últimos tiros liberados y dos tiros libres de Garbajosa que dejaron el marcador en 37-31 al descanso que era poca diferencia para la impresión causada por nuestra selección. Porque la imagen había sido la de un equipo sólido, consistente, equilibrado en su juego.
Tras el descanso un parcial de 0-7 puso a Grecia por delante disparando las señales de alarma en una selección que entraba en Navarro y Rudy soluciones para cortar la hemorragia y a Diamantidis – dos triples consecutivos – en su mayor amenaza. España, con 45-51 vivía una situación límite pero reaccionaba con las rotaciones y con nuevamente una defensa zonal que volvía a dejar sin ideas al rival. Al final del tercer cuarto 52-51 y por lo tanto máximo dramatismo en un partido que, como era de esperar, se resolvería en el desenlace. Unos octavos de final que aumentaban su nivel de emoción, de tensión. Vázquez y Llull dotaban al equipo de esa explosividad necesaria para jugar a toda pista, para romper ese ritmo constante que beneficiaba a Grecia. Scariolo mantenía una defensa zonal que se acoplaba cada vez mejor al ataque griego mientras poco a poco iba recomponiendo el quinteto inicial devolviendo a la pista progresivamente a Ricky, Rudy y Navarro. 61-57, 65-57 a cuatro minutos del final… los cuarto más cerca.
En esos minutos finales Rudy y Navarro se convertían en los dueños del partido, ejercían de estrella, de jugadores que llevan años jugando finales, partidos decisivos y junto a ellos una serie de jugadores fabulosos capaces de superarse a ellos mismos y aparecen imperiales en los momentos decisivos. Sólo los tiros libres fallados en los últimos minutos impidieron una victoria más cómoda. Daba igual, el destino estaba escrito. España jugará en cuartos contra Serbia.
Fue una victoria trabajada, sufrida, buscada tanto desde el esfuerzo como desde el ingenio. La intensidad, la calidad, la estrategia triunfaron esa noche en Estambul en una fusión de baloncesto de actor y de autor, en una demostración de que cuando llegan los momentos claves, en los últimos años, nuestras estrellas no se esconden, aparecen con más brillo, con más carácter. La afición volvió a disfrutar con esa selección que mostró la identidad ganadora con la que lleva conviviendo desde hace muchos campeonatos. España, tras la victoria, vuela de nuevo hacia el éxito.
Dos bombitas de Navarro, un par de tapones de Marc, aparición sobria y efectiva de Garbajosa y primeras ventajas en un marcador que reflejaba la superioridad española sobre la pista. Porque sólo cierta fragilidad defensiva concediendo penetraciones demasiado cómodas provocaban igualdad en el marcador rota cuando irrumpieron en el parquet la llamada “segunda unidad”. Mumbrú, Llull y Raül distanciaban a España con un triple cada uno de ellos, Felipe aparecía cerrando el primer cuarto 22-19 y de pronto Fran Vázquez volaba por encima de todos capturando rebotes en los dos aros y anotando un par de canastas propias de un crack. Sí, la segunda unidad – que en realidad es un término poco apropiado - no sólo hacía su trabajo sino que se esmeraba hasta el punto de distanciar a la Selección 28-21. Scariolo ordenaba un oportuno e inteligente cambio a defensa zonal sobre tiempo muerto del rival y por momentos provocaba un atasco ofensivo de una Grecia que se veía metida en una trampa de la cual supieron salir por la calidad y experiencia de dos tipos curtidos en el baloncesto de alto nivel como Spanoulis y Diamantidis. Ya con el quinteto inicial de nuevo en pista momentos ilusionantes de una España que se distanciaba 37-29 con navarro liderando, con Marc mandando y todo ello en espera de que Rudy mostrara su talento. Lástima de unos últimos tiros liberados y dos tiros libres de Garbajosa que dejaron el marcador en 37-31 al descanso que era poca diferencia para la impresión causada por nuestra selección. Porque la imagen había sido la de un equipo sólido, consistente, equilibrado en su juego.
Tras el descanso un parcial de 0-7 puso a Grecia por delante disparando las señales de alarma en una selección que entraba en Navarro y Rudy soluciones para cortar la hemorragia y a Diamantidis – dos triples consecutivos – en su mayor amenaza. España, con 45-51 vivía una situación límite pero reaccionaba con las rotaciones y con nuevamente una defensa zonal que volvía a dejar sin ideas al rival. Al final del tercer cuarto 52-51 y por lo tanto máximo dramatismo en un partido que, como era de esperar, se resolvería en el desenlace. Unos octavos de final que aumentaban su nivel de emoción, de tensión. Vázquez y Llull dotaban al equipo de esa explosividad necesaria para jugar a toda pista, para romper ese ritmo constante que beneficiaba a Grecia. Scariolo mantenía una defensa zonal que se acoplaba cada vez mejor al ataque griego mientras poco a poco iba recomponiendo el quinteto inicial devolviendo a la pista progresivamente a Ricky, Rudy y Navarro. 61-57, 65-57 a cuatro minutos del final… los cuarto más cerca.
En esos minutos finales Rudy y Navarro se convertían en los dueños del partido, ejercían de estrella, de jugadores que llevan años jugando finales, partidos decisivos y junto a ellos una serie de jugadores fabulosos capaces de superarse a ellos mismos y aparecen imperiales en los momentos decisivos. Sólo los tiros libres fallados en los últimos minutos impidieron una victoria más cómoda. Daba igual, el destino estaba escrito. España jugará en cuartos contra Serbia.
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