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miércoles, 1 de septiembre de 2010

Ganar antes de ganar, perder antes de perder

Muchos años de baloncesto me han servido para aprender seguramente poco pero al menos algo, lo suficiente; sólo existe la ley de la pista y lo demás son teorías muy analíticas, muy interesantes pero poco relacionadas con la realidad. El baloncesto, y mucho más el baloncesto actual, donde las diferencias de nivel entre unos y otros jugadores de élite son mínimas, no entiende de previsiones teóricas. Hay pocos jugadores diferenciales, en este mundial poquísimos, por lo que son las dinámicas de grupo, los estados de forma, las situaciones puntuales de cada presente, las que acaban por condicionar el resultado final de muchos partidos.

Tendemos a vaticinar lo que sucederá y caemos repetidamente en errores de cálculo. “Que si el Barcelona ganará 3-0 al Caja Laboral en la final ACB… Que si la Final Four está reservada para los dos españoles, Barça y Real Madrid y los dos griegos, Olimpiakos y Panathinaikos… Que si los americanos ganarán el Mundial…" Es divertido jugar a pitoniso siempre que se haga desde la broma porque hacerlo desde un teórico análisis serio puede llevarte al ridículo, puede definirte como poco conocedor de lo que sucede en el baloncesto de alto nivel. Porque ni Alemania tenía que ganar a Serbia, ni en consecuencia Australia a Alemania, ni Francia o Lituania a España. Porque bajo esos razonamientos Estados Unidos nunca debía haber estado a un pelo de perder con Brasil y sin embargo todos esos resultados no sólo son posibles, incluso son hasta probables. Ahí están, ¿no?

Tendemos a ganar antes de ganar e incluso perder antes de perder. Cometemos ese error antes de jugar e incluso durante el mismo partido – cuando ya se suele dar por ganado o perdido prematuramente - y el baloncesto nos enseña una y otra vez que sólo se tiene opción de ganar cualquier partido de un nivel equilibrado si se es capaz de “bajar el culo” los cuarenta minutos y todos y cada uno de los jugadores están mentalmente metidos desde el salto inicial hasta el último momento, entren o salgan de la pista, con rotaciones o sin ellas. Y todas esas exigencias son claves especialmente para la selección española porque cualquier rival que tenga delante sale hipermotivado por estar ante los campeones del Mundo, Plata Olímpica y campeones de Europa. A España todos los rivales tienen un especial deseo de ganarles y poca obligación, por lo tanto menos presión, para hacerlo.

Dicho todo eso y en el hipotético escenario de quedar terceros, las dificultades en los cruces serán las que toquen y nada previamente estará perdido de antemano de la misma manera que, habiendo quedado primeros, tampoco hubiese estado ganado. Porque si intentamos aprender de las experiencias vividas anteriormente sabremos que eso de los cruces suele convertirse en una incierta final donde si se compite bien se tiene siempre opción de victoria, sea el rival que sea, incluso Estados Unidos y, si por el contrario, se afronta desde una errónea mentalidad, se puede perder incluso frente a China.

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