Mientras contemplaba el partido contra Grecia reflexionaba sobre la fundamental labor de los entrenadores en el deporte de alto, de máximo nivel. Me comentaba irónicamente un amigo – entrenador por cierto – que esta Selección funcionaba sola y mi respuesta fue negarle contundentemente esa afirmación. No quería perderme detalle alguno del partido así que guardé mis argumentos para este post…
Niego la teoría de que es más fácil entrenar a un equipo bueno que a uno malo. Lo niego porque el jugador necesita del entrenador una calidad proporcional a la suya. Cuanto mejores son los jugadores, mejores han de ser los entrenadores. Pero, sin no les importa, maticemos ahí el término buen o gran entrenador. El buen o gran entrenador, seguramente, requerirá de la inteligencia para saber hasta donde debe hacer llegar su influencia en función, precisamente, del nivel de jugadores que dirige y sobretodo, en el tipo de competición en que lo hace. Si de lo que se trata es de entrenar a un equipo ganador, ¿cómo no tener a un entrenador de alto nivel a la hora de tener afrontar partidos decisivos como pueden ser semifinales o finales de europeos, mundiales u olimpiadas?
Y es más, unos jugadores de alto nivel necesitan de un gran “equipo técnico” donde además de la labor del primero, está la de los ayudantes, la de los preparadores físicos, la del fisio, la del médico, la del delegado, la del jefe de prensa… Y es más, esos jugadores de alto nivel deben saber que detrás tienen una gran estructura donde los diferentes responsables sepan actuar, o no, en función de las circunstancias. Un conjunto de estrellas, sea de un club o de una selección, necesita alrededor el mejor equipo de profesionales posible. La mejor organización a su servicio.
La clave de los grandes equipos o selecciones ha sido, es y seguirá siendo, actuar todos en una misma dirección, manejando un mismo discurso, lanzando interna y externamente, un mismo mensaje. Y ese gran entrenador que entra en una organización de este nivel debe tener la virtud para saber medir su intervención valorando perfectamente lo que tiene detrás, al lado y, sobretodo, delante. En un deporte de alto nivel donde la calidad, profesionalidad y status de los jugadores los convierte en estrellas, el entrenador debe tener capacidades técnicas, por supuesto, pero además y como requisito imprescindible, máxima inteligencia para gestionar grupos.
Nota
París 99, Plata… Estambul 2001, Bronce... Estocolmo 2003, Plata... Belgrado 2005, Cuarto Puesto… Madrid 2007, Plata… Varsovia 2009…
Pues así llevamos una década, permanentemente presentes en la lucha por las medallas en diferentes europeos disputados. Un dato que merece la pena recordar y valorar porque no ha habido ninguna otra selección que haya sido capaz de hacer algo así en los últimos veinte años. Como recordaba Juan Antonio Casanovas en su previa en La Vanguardia, …“un alarde de continuidad en la élite que hasta ahora sólo habían ofrecido las dos grandes potencias históricas del continente: la URSS fue semifinalista en veinte Europeos seguidos, de 1951 a 1989 y Yugoslavia en siete, de 1969 a 1981”...
Pero claro, podemos darle una vuelta más a ese dato y ver como en los últimos cuatro grandes campeonatos, Mundial, Eurobasket, Olimpiada y Eurobasket, hemos estado presentes en la cuatro finales. Es decir, que esta generación que ya se acostumbró a ganar cuando eran juniors y que han ido acogiendo y contagiando a nuevos talentos se convierten en leyendas que el paso del tiempo los elevará a los altares de la historia de nuestro baloncesto…
Niego la teoría de que es más fácil entrenar a un equipo bueno que a uno malo. Lo niego porque el jugador necesita del entrenador una calidad proporcional a la suya. Cuanto mejores son los jugadores, mejores han de ser los entrenadores. Pero, sin no les importa, maticemos ahí el término buen o gran entrenador. El buen o gran entrenador, seguramente, requerirá de la inteligencia para saber hasta donde debe hacer llegar su influencia en función, precisamente, del nivel de jugadores que dirige y sobretodo, en el tipo de competición en que lo hace. Si de lo que se trata es de entrenar a un equipo ganador, ¿cómo no tener a un entrenador de alto nivel a la hora de tener afrontar partidos decisivos como pueden ser semifinales o finales de europeos, mundiales u olimpiadas?
Y es más, unos jugadores de alto nivel necesitan de un gran “equipo técnico” donde además de la labor del primero, está la de los ayudantes, la de los preparadores físicos, la del fisio, la del médico, la del delegado, la del jefe de prensa… Y es más, esos jugadores de alto nivel deben saber que detrás tienen una gran estructura donde los diferentes responsables sepan actuar, o no, en función de las circunstancias. Un conjunto de estrellas, sea de un club o de una selección, necesita alrededor el mejor equipo de profesionales posible. La mejor organización a su servicio.
La clave de los grandes equipos o selecciones ha sido, es y seguirá siendo, actuar todos en una misma dirección, manejando un mismo discurso, lanzando interna y externamente, un mismo mensaje. Y ese gran entrenador que entra en una organización de este nivel debe tener la virtud para saber medir su intervención valorando perfectamente lo que tiene detrás, al lado y, sobretodo, delante. En un deporte de alto nivel donde la calidad, profesionalidad y status de los jugadores los convierte en estrellas, el entrenador debe tener capacidades técnicas, por supuesto, pero además y como requisito imprescindible, máxima inteligencia para gestionar grupos.
Nota
París 99, Plata… Estambul 2001, Bronce... Estocolmo 2003, Plata... Belgrado 2005, Cuarto Puesto… Madrid 2007, Plata… Varsovia 2009…
Pues así llevamos una década, permanentemente presentes en la lucha por las medallas en diferentes europeos disputados. Un dato que merece la pena recordar y valorar porque no ha habido ninguna otra selección que haya sido capaz de hacer algo así en los últimos veinte años. Como recordaba Juan Antonio Casanovas en su previa en La Vanguardia, …“un alarde de continuidad en la élite que hasta ahora sólo habían ofrecido las dos grandes potencias históricas del continente: la URSS fue semifinalista en veinte Europeos seguidos, de 1951 a 1989 y Yugoslavia en siete, de 1969 a 1981”...
Pero claro, podemos darle una vuelta más a ese dato y ver como en los últimos cuatro grandes campeonatos, Mundial, Eurobasket, Olimpiada y Eurobasket, hemos estado presentes en la cuatro finales. Es decir, que esta generación que ya se acostumbró a ganar cuando eran juniors y que han ido acogiendo y contagiando a nuevos talentos se convierten en leyendas que el paso del tiempo los elevará a los altares de la historia de nuestro baloncesto…
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