Es el momento de ser uno solo, de mirarse a los ojos, de apretar los puños, de sacar el orgullo y encontrar razones para disfrutar del reto más difícil. Porque lo más bonito del baloncesto no sólo es ganar y gustarse sino sobrevivir cuando todos te dan por muerto. Bienvenidos a los “deportes aventura”, a las situaciones límite. Demostremos ahora que además buenos, somos fuertes.
Pues sí, ese momento nunca deseado ha llegado. Ya estamos metidos en uno de esos trances que hacía muchos años no vivíamos. Vengo insistiendo desde hace días, desde el salto inicial del campeonato, que España ha regresado a la tierra en este Eurobasket, que está sufriendo los mismos problemas que el resto de selecciones, que no juega suelto y que por lo tanto vive instalado en la duda. España tiene los problemas propios de la mayoría de equipos, de la mayoría de mortales. Nuestra selección, acostumbrada en los últimos años no sólo a ganar sino a deslumbrar, se ha metido, por diferentes y analizables problemas, sobretodo provocados por las inoportunas lesiones en la preparación, en el mismo escenario que el resto de los competidores.
Ha llegado uno de esos momentos que los más jóvenes aficionados aún no habían conocido. Incluso la mayoría de los jugadores que defienden esta camiseta tampoco sabían qué significa estar a mitad de un campeonato viviendo al borde del abismo. Bienvenidos pues al mundo real, a ese donde las cosas no son siempre como a uno le gustaría sino como se ve abocado a vivirlas. Llega para todos el momento de convivir con las críticas, de conocer la presión máxima, de soportar el inmenso peso de una camiseta que tiene detrás millones de seguidores.
Frente a Turquía no hubo cambio de guión y tal como esperaba se vivió un partido lento y trabado. España no es capaz de correr y no lo hace, en mi opinión, por diferentes razones. Una, porque no le dejan los rivales, dos, porque no parece tener muchas piernas para ello – desde la fuerza en el rebote hasta la explosividad para salir - y tres, porque parece haber perdido la confianza en su velocidad. Y así, en constantes situaciones de “cinco contra cinco”, los partidos suelen decidirse a cara y cruz. Ya le pasó con Gran Bretaña, con Eslovenia y con Turquía. Puedes ganar pero también perder y frente a los turcos tocó perder.
Los mejores años de la Selección se han vivido de la mano de la velocidad, de las continuas transiciones que hoy han adquirido el término de “llegar jugando”. Nuestros jugadores anotan mucho más y mejor con la defensa rival volviendo que colocada. Por supuesto que Scariolo sabe esto pero también los entrenadores rivales. Sin canastas rápidas todo es mucho más difícil en el baloncesto actual y aún más para una selección española a la que le cuesta sobrevivir en el atasco.
Pues así están las cosas, andamos tocados pero no hundidos, preocupados, muy preocupados diría yo, pero no desesperados. Porque si España gana el próximo partido seguirá teniendo opciones de meterse en cuartos de final y más que importar contra quien le toque en el cruce lo fundamental será saber a qué nivel llegará en el partido clave. Para ello deberá sacar a relucir más que nunca esos valores que tantas veces han aparecido en los momentos buenos y que tan necesarios son en los malos. Es tiempo de ser uno solo, de mirarse a los ojos, de apretar los puños, de sacar el orgullo, de encontrar razones para disfrutar del reto más difícil. Porque lo más bonito del baloncesto no sólo es ganar y gustarse sino sobrevivir cuando todos te dan por muerto. Bienvenidos a los “deportes aventura”, a las situaciones límite. Demostremos ahora que además buenos, somos fuertes.
Pues sí, ese momento nunca deseado ha llegado. Ya estamos metidos en uno de esos trances que hacía muchos años no vivíamos. Vengo insistiendo desde hace días, desde el salto inicial del campeonato, que España ha regresado a la tierra en este Eurobasket, que está sufriendo los mismos problemas que el resto de selecciones, que no juega suelto y que por lo tanto vive instalado en la duda. España tiene los problemas propios de la mayoría de equipos, de la mayoría de mortales. Nuestra selección, acostumbrada en los últimos años no sólo a ganar sino a deslumbrar, se ha metido, por diferentes y analizables problemas, sobretodo provocados por las inoportunas lesiones en la preparación, en el mismo escenario que el resto de los competidores.
Ha llegado uno de esos momentos que los más jóvenes aficionados aún no habían conocido. Incluso la mayoría de los jugadores que defienden esta camiseta tampoco sabían qué significa estar a mitad de un campeonato viviendo al borde del abismo. Bienvenidos pues al mundo real, a ese donde las cosas no son siempre como a uno le gustaría sino como se ve abocado a vivirlas. Llega para todos el momento de convivir con las críticas, de conocer la presión máxima, de soportar el inmenso peso de una camiseta que tiene detrás millones de seguidores.
Frente a Turquía no hubo cambio de guión y tal como esperaba se vivió un partido lento y trabado. España no es capaz de correr y no lo hace, en mi opinión, por diferentes razones. Una, porque no le dejan los rivales, dos, porque no parece tener muchas piernas para ello – desde la fuerza en el rebote hasta la explosividad para salir - y tres, porque parece haber perdido la confianza en su velocidad. Y así, en constantes situaciones de “cinco contra cinco”, los partidos suelen decidirse a cara y cruz. Ya le pasó con Gran Bretaña, con Eslovenia y con Turquía. Puedes ganar pero también perder y frente a los turcos tocó perder.
Los mejores años de la Selección se han vivido de la mano de la velocidad, de las continuas transiciones que hoy han adquirido el término de “llegar jugando”. Nuestros jugadores anotan mucho más y mejor con la defensa rival volviendo que colocada. Por supuesto que Scariolo sabe esto pero también los entrenadores rivales. Sin canastas rápidas todo es mucho más difícil en el baloncesto actual y aún más para una selección española a la que le cuesta sobrevivir en el atasco.
Pues así están las cosas, andamos tocados pero no hundidos, preocupados, muy preocupados diría yo, pero no desesperados. Porque si España gana el próximo partido seguirá teniendo opciones de meterse en cuartos de final y más que importar contra quien le toque en el cruce lo fundamental será saber a qué nivel llegará en el partido clave. Para ello deberá sacar a relucir más que nunca esos valores que tantas veces han aparecido en los momentos buenos y que tan necesarios son en los malos. Es tiempo de ser uno solo, de mirarse a los ojos, de apretar los puños, de sacar el orgullo, de encontrar razones para disfrutar del reto más difícil. Porque lo más bonito del baloncesto no sólo es ganar y gustarse sino sobrevivir cuando todos te dan por muerto. Bienvenidos a los “deportes aventura”, a las situaciones límite. Demostremos ahora que además buenos, somos fuertes.
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