Sobre los árbitros

Oía el otro día a un veterano entrenador en una tertulia de una radio local calificar a los árbitros, en general, como muy malos. Lo hacía con tanto desprecio que incluso llegó a ofenderme. Se refería tanto a las ligas LEB como a las competiciones autonómicas y mientras escuchaba sus nulos argumentos me acordé de mis experiencias en las últimas décadas. Creo que la perspectiva da una ventaja importante a la hora del análisis porque los puntos de referencia pueden llegar a ser valiosos. Si teniéndolos, como en el caso del veterano entrenador, uno pierde la memoria, entonces sirven de poco.

Hace muchos años que ejerzo de entrenador en categorías autonómicas y muchos más si contamos la época de jugador. También hace muchos años que veo baloncesto de élite y por mi trabajo debo hacerlo con espíritu crítico. Llego a la conclusión de que de la misma manera que el juego, tanto por el nivel de jugadores como de entrenadores es hoy infinitamente superior al de décadas atrás, tanto que lo hace incomparable, también lo es el arbitraje.

Si siempre ha sido difícil arbitrar, en el baloncesto que se practica hoy, muchísimo más rápido, intenso y físico que el de hace unos años, hacerlo adecuadamente tiene un mérito extraordinario. Los que entrenamos y muchas veces “arbitramos” los 5X5 del entrenamiento sabemos cuan complicado es distinguir cuando ha habido contacto y cuando no, cuando una acción es sancionable o no y no son pocas las veces que los jugadores se cabrean por considerar injusta la decisión.

Pero, de la misma manera que como entrenador nunca he juzgado y mucho menos reprochado el acierto puntual de mis jugadores y sí he sido muy crítico con aspectos relativos a la actitud y la concentración, con los árbitros me pasa algo similar. Por supuesto que hay mejores y peores, como jugadores y entrenadores pero no percibo, en general, predisposición negativa, algo que hace décadas sí podía verse sobretodo en pista contraria, como tampoco percibo esas odiosas acciones compensatorias que provocaban, por ejemplo, que tras la técnica al entrenador contrario se sancionara inmediatamente una violación de tres segundos en el ataque posterior de tu equipo. Mucho menos percibo falta de concentración o motivación.

Veo nuevas generaciones de árbitros que intentan hacerlo bien, que intentan incluso mantener una relación de normalidad en la pista con los jugadores y con los entrenadores. Se equivocan y te cabrean sus decisiones pero no más que los errores puntuales de tus propios jugadores o incluso de los fallos de uno mismo. Y, de la misma manera que uno como entrenador debe tener la capacidad de autocontrol para relacionarse adecuadamente con tus jugadores cuando todo se tuerce e incluso mantener la calma para analizar los propios errores, también debe ser capaz de establecer una relación correcta con el que te acaba de, en tu análisis subjetivo, perjudicar involuntariamente.

Cuando la mala fe no existe e insisto, ésta no la detecto, no puede haber reproche por mucho que el error te perjudique o incluso te cueste el partido. Puede haber cabreo y eso los árbitros deben entenderlo pero nadie puede ir más allá y mucho menos los entrenadores. Creo que tanto en formación, por supuesto, como en seniors, debemos ser un ejemplo de comportamiento para nuestros jugadores y equipo técnico e incluso para nuestro club. Creo que el autocontrol es imprescindible para dedicarte a esto de entrenar aunque haya veces que… bueno ya me entendéis.