(Para todos, nuevos y veteranos, felicidades por tener trabajo y mucha suerte en los respectivos equipos)
Hace años alguien me dijo una frase de esas que las llevas siempre contigo: “Es éste un país que a la gente le gusta más consolar que felicitar”. Pasan décadas y me sigue viniendo a la cabeza esa afirmación porque observo mucha gente más predispuesta a recordarle a alguien que ha caído que a reconocerle virtudes. “Fíjate que majo soy que me acuerdo de llamarte cuando te la has pegado y que discreto que prefiero no hacerlo cuando has ganado”…
Pues desde estas líneas quiero felicitar públicamente a todos los entrenadores debutantes en el baloncesto de alto nivel, a todos los que acaban de llegar a la élite o casi, a los que han hecho realidad su sueño de convertirse en profesionales del banquillo, a los que han recibido la oportunidad de demostrar su valía, a los que pasan de entrenar en horario nocturno tres días a la semana a hacerlo en dobles sesiones, a los que empiezan “a vivir del baloncesto”. Les deseo de corazón toda la suerte del mundo. Los que han llegado lo hacen porque se lo han ganado y merecen ese margen de confianza del que disponen los ya consagrados. Al consuelo por el cese, que alguno habrá inevitablemente, ya se apuntarán un montón de nuevos “amigos” que les recordarán (¿sinceramente?) “joder vaya putada te han hecho”.
Se encontrarán con algunos jugadores veteranos del tres al cuarto que intoxicarán el vestuario con frases del estilo “este tío no ha empatao con nadie”, con gente del club que por delante les sonreirán y por detrás estarán deseando que se la peguen, con periodistas que recordarán al anterior entrenador con el que tomaban una cervecita. Un nuevo inexperto siempre es un blanco fácil para todos, aficionados incluidos y la gente olvida demasiado fácilmente que todos tuvieron un primer día de curso.
Eso sí, tampoco dramaticemos, porque entiendo que para dedicarse profesionalmente a ser entrenador hay que estar preparado para pasar temporadas en el paro y, como decía creo que Ricardo Hevia, “uno no es entrenador hasta que lo cesan”.
domingo, 7 de septiembre de 2008
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