“Algo habremos hecho mal si en los próximos años en nuestras competiciones no aparecen muchos de los nombres propios que hoy son referentes internacionales en categorías de formación”
La actualidad va devorado noticias y lo que sucede o sucederá entierra siempre el pasado por muy agradable que éste haya sido. Sin embargo, me resisto a ir tan deprisa - igual contagiado por el cansino ritmo estival - y pasar como si nada la página de todas las sensaciones que hemos vivido durante estas últimas semanas. Me niego a cerrar de golpe el capítulo de nuestro baloncesto de formación, de nuestros jóvenes talentos, esos que un año más siguen arrasando por el mundo, para dar entrada en escena a esa élite adulta que se apodera y se apoderará de nuestra atención desde ya mismo y la retendrá en exclusiva hasta el próximo verano. Sé que son muchos los que andan – andamos - pendientes de ese dedo índice de Gasol, o de los problemas físicos de Mumbrú o Garbajosa o de la capacidad de Claver y Llull para sumar desde la posición de “tres”. Existe expectación creciente por concretar de una vez por todas el futuro de Ricky Rubio o por ver como encajan los nuevos y flamantes fichajes del Real Madrid de Messina. Pero amigos, antes de viajar hacia las estrellas quedémonos, al menos desde esta columna, un poco más en la tierra, porque me dice la experiencia que una vez arranca la temporada muchos temas, por muy trascendentes que sean, se difuminan hasta el olvido.
Y es que entre nuestros lectores hay demasiada “gente de baloncesto” como para no insistir y profundizar sobre la siete medallas obtenidas, hasta la fecha, en los campeonatos internacionales. Tenemos a los mejores jugadores y jugadoras jóvenes del continente y si no son los mejores, que eso muchas veces es subjetivo, sí son los más competitivos, que eso sí vale tanto o más. Está bien recordarlo, está bien gritarlo a los cuatro vientos y disfrutar, como me explicaban recientemente, de la admiración que provocan nuestras delegaciones allá donde van. Es importante gozar de los éxitos, saborearlos y utilizarlos como factor motivador para, a partir de ellos, ir dando paso al progresivo y exigente al análisis para detectar en él aquellos aspectos mejorables y buscar nuevos caminos que nos permitan seguir creciendo dentro de ese círculo virtuoso. Así lleva haciéndolo la Federación con sus selecciones desde que hace más de una década nuestras promesas empezaron a acostumbrarse a subir a unos podios que parecían reservados exclusivamente a otros países. Recordaba la pasada semana en esta columna que ha sido ese afán por mejorar cada año los métodos de trabajo, desde los clubes y las autonómicas y la propia Federación, lo que nos ha permitido mantenernos en la cima de una manera sistemática y ser hoy un referente internacional.
Y son precisamente esos datos que nos sitúan en lo más alto los que obligan a marcarse nuevos retos de futuro, nuevas apuestas por proyectos ambiciosos que provoquen un todavía mejor rendimiento en los procesos primero de captación y luego formativos de los jugadores. Se debe conseguir que la preparación de nuestros entrenadores de base, de los que toman contacto con los niños y niñas que se inician en el baloncesto, sea la más completa posible. A esos “técnicos invisibles” y fundamentales se debe trasladar la experiencia de nuestros entrenadores referentes. Algunos de ellos ya están implicados en esa “Red de Experiencias Profesionales” que pone en marcha el Área Deportiva de la FEB en una nueva y apasionante iniciativa de la que daremos buena cuenta en el futuro.
Pero a ese trabajo de base, a esa labor trascendental debe unirse una declaración de intenciones de entrenadores, directores deportivos, directivos, con la implicación de aficionados y prensa, para que estos talentos que destacan en Europa cuando son jóvenes tengan su espacio en nuestras competiciones. No hablo sólo de ACB o de Liga Femenina, que por supuesto, bajo a las Ligas Adecco o a la LF2. Estos jóvenes talentos y otros que se han quedado a las puertas de formar parte de nuestras selecciones nacionales merecen tener la oportunidad de seguir creciendo dentro del baloncesto adulto. La apuesta de los entrenadores debe contar con el aval de sus directores deportivos, de sus “jefes”.
No se trata simplemente de allanar el camino. No hablo de excedernos en el proteccionismo a los jóvenes, que se lo han seguir ganando con su esfuerzo, o de crear discriminaciones positivas. Planteo cuestiones de sentido común, de aprovechar ese talento que nos llega desde la base para a partir de ahí crear proyectos deportivos duraderos, adecuados a las necesidades de los clubes. Proyectos ilusionantes donde además de presente haya futuro, donde se consiga que el entorno del club se identifique con un objetivo y donde el reto deportivo del entrenador no se limite a salvar la cabeza sino en construir algo con perspectiva.
Algo habremos hecho mal o muy mal si en los próximos años en nuestras competiciones masculinas o femeninas no aparecen muchos de los nombres propios que hoy son referentes en Europa y en el Mundo en categorías de formación.
La actualidad va devorado noticias y lo que sucede o sucederá entierra siempre el pasado por muy agradable que éste haya sido. Sin embargo, me resisto a ir tan deprisa - igual contagiado por el cansino ritmo estival - y pasar como si nada la página de todas las sensaciones que hemos vivido durante estas últimas semanas. Me niego a cerrar de golpe el capítulo de nuestro baloncesto de formación, de nuestros jóvenes talentos, esos que un año más siguen arrasando por el mundo, para dar entrada en escena a esa élite adulta que se apodera y se apoderará de nuestra atención desde ya mismo y la retendrá en exclusiva hasta el próximo verano. Sé que son muchos los que andan – andamos - pendientes de ese dedo índice de Gasol, o de los problemas físicos de Mumbrú o Garbajosa o de la capacidad de Claver y Llull para sumar desde la posición de “tres”. Existe expectación creciente por concretar de una vez por todas el futuro de Ricky Rubio o por ver como encajan los nuevos y flamantes fichajes del Real Madrid de Messina. Pero amigos, antes de viajar hacia las estrellas quedémonos, al menos desde esta columna, un poco más en la tierra, porque me dice la experiencia que una vez arranca la temporada muchos temas, por muy trascendentes que sean, se difuminan hasta el olvido.
Y es que entre nuestros lectores hay demasiada “gente de baloncesto” como para no insistir y profundizar sobre la siete medallas obtenidas, hasta la fecha, en los campeonatos internacionales. Tenemos a los mejores jugadores y jugadoras jóvenes del continente y si no son los mejores, que eso muchas veces es subjetivo, sí son los más competitivos, que eso sí vale tanto o más. Está bien recordarlo, está bien gritarlo a los cuatro vientos y disfrutar, como me explicaban recientemente, de la admiración que provocan nuestras delegaciones allá donde van. Es importante gozar de los éxitos, saborearlos y utilizarlos como factor motivador para, a partir de ellos, ir dando paso al progresivo y exigente al análisis para detectar en él aquellos aspectos mejorables y buscar nuevos caminos que nos permitan seguir creciendo dentro de ese círculo virtuoso. Así lleva haciéndolo la Federación con sus selecciones desde que hace más de una década nuestras promesas empezaron a acostumbrarse a subir a unos podios que parecían reservados exclusivamente a otros países. Recordaba la pasada semana en esta columna que ha sido ese afán por mejorar cada año los métodos de trabajo, desde los clubes y las autonómicas y la propia Federación, lo que nos ha permitido mantenernos en la cima de una manera sistemática y ser hoy un referente internacional.
Y son precisamente esos datos que nos sitúan en lo más alto los que obligan a marcarse nuevos retos de futuro, nuevas apuestas por proyectos ambiciosos que provoquen un todavía mejor rendimiento en los procesos primero de captación y luego formativos de los jugadores. Se debe conseguir que la preparación de nuestros entrenadores de base, de los que toman contacto con los niños y niñas que se inician en el baloncesto, sea la más completa posible. A esos “técnicos invisibles” y fundamentales se debe trasladar la experiencia de nuestros entrenadores referentes. Algunos de ellos ya están implicados en esa “Red de Experiencias Profesionales” que pone en marcha el Área Deportiva de la FEB en una nueva y apasionante iniciativa de la que daremos buena cuenta en el futuro.
Pero a ese trabajo de base, a esa labor trascendental debe unirse una declaración de intenciones de entrenadores, directores deportivos, directivos, con la implicación de aficionados y prensa, para que estos talentos que destacan en Europa cuando son jóvenes tengan su espacio en nuestras competiciones. No hablo sólo de ACB o de Liga Femenina, que por supuesto, bajo a las Ligas Adecco o a la LF2. Estos jóvenes talentos y otros que se han quedado a las puertas de formar parte de nuestras selecciones nacionales merecen tener la oportunidad de seguir creciendo dentro del baloncesto adulto. La apuesta de los entrenadores debe contar con el aval de sus directores deportivos, de sus “jefes”.
No se trata simplemente de allanar el camino. No hablo de excedernos en el proteccionismo a los jóvenes, que se lo han seguir ganando con su esfuerzo, o de crear discriminaciones positivas. Planteo cuestiones de sentido común, de aprovechar ese talento que nos llega desde la base para a partir de ahí crear proyectos deportivos duraderos, adecuados a las necesidades de los clubes. Proyectos ilusionantes donde además de presente haya futuro, donde se consiga que el entorno del club se identifique con un objetivo y donde el reto deportivo del entrenador no se limite a salvar la cabeza sino en construir algo con perspectiva.
Algo habremos hecho mal o muy mal si en los próximos años en nuestras competiciones masculinas o femeninas no aparecen muchos de los nombres propios que hoy son referentes en Europa y en el Mundo en categorías de formación.
Editorial publicado en Gigantes del Basket
2 comentarios:
Hola Miguel, me ha gustado el editorial, que ya he leído en GIGANTES. Lo que me tiene un poco preocupado es que todos esos éxitos se lleguen a rentabilizar en un futuro ya que en las plantillas de la ACB casi no aparecen estos nombres. Es más, cada vez aparecen menos nombres españoles y eso me parece grave. Comprendo que en el mundo dl baloncesto cada vez existe mayor globalización y que en la propia NBA el número de americanos desciende progresivamente pero las grandes estrellas aun son de allí y probablemente lo sigan siendo siempre por muchas razones, deportivas y de negocios. La duda que me surje y creo que ya se ha vivido en España es que si en un momento dado la selección deja de tirar del carro o no se pueden tener dos jugadores estrellas en la NBA, será posible mantener el tirón del baloncesto?
Si miramos a la historia, los que ya tenemos una edad y estamos enamorados de este deporte, recordamos que después de los éxitos de Cali 82, los angeles 84 vinieron épocas oscuras en los que se perdió incluso el apoyo de la televisión...ojalá eso no vuelva a pasar.
Un cordial saludo y hasta otra
Planckito
Hola Mariano, muchas gracias por intervenir en "mi" - "tu" blog. creo que esa preocupación por las presencian de jóvenes talentos en los equipos ACB y "Adecos" debe ser una "ocupación" port parte de todos los implicados en los que incluyo los propios jugadores, los entrenadores y sobretodo sus directivos o directores deportivos. Debemos implicarnos todos en fomentar la aparición de nuestros jugadores en nuestras competiciones. Eso garantizará ilusión de presente y de futuro. un abrazo y hasta siempre.
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