Santiago Álvarez Mon, profesor de IESE, en su conferencia en el Congreso Adecco celebrado recientemente en Madrid, habló de los “dos partidos” que los seres humanos jugamos en la vida. Uno, ante la capacidad de los adversarios, ante los factores externos, ante variables no siempre controlables en el ámbito profesional. Otro, el que jugamos dentro de nosotros mismos, el que sí depende de nuestro esfuerzo, de nuestra preparación, de nuestra responsabilidad para ser mejores. El entorno podrá valorar o no nuestro trabajo, podrán superarnos las circunstancias externas, podremos perder el partido que disputamos ante la vida pero hemos de intentar no perder jamás el que jugamos dentro de nosotros, el que sólo depende de nosotros.
Me centro en el deporte y compruebo como además de ganar muchas veces el partido exterior nuestros referentes en distintas especialidades suelen ganar siempre el interno. No traicionan el estilo propio, no fallan a sus compañeros y entrenadores en cuanto a esfuerzo, respeto, en cuanto a buena educación deportiva. Oía el otro día hablar al seleccionador de fútbol de la importancia de haber convivido cincuenta días de concentración sin ningún incidente, de la calidad humana de sus jugadores. Oía al profesor Álvarez hablar sobre la preparación mental y física de Rafa Nadal antes de afrontar las dificultades a las que le someterá el adversario. El baloncesto, en los últimos años, tiene bastantes referentes que ratifican la importancia de sumar valores humanos a los ya intrínsicos deportivos. Esos valores humanos es posible que no garanticen la victoria pero la ausencia de ellos sí garantiza el fracaso.
Y con todos esos ejemplos que asoman continuamente por nuestros principales escaparates no hay excusa para no entender la importancia de la formación adecuada de nuestros deportistas en sus años clave, es decir, cuando empiezan. Formemos buenas personas, fomentemos los valores y a partir de ahí y en paralelo formemos buenos deportistas. Me alegra mucho ver que quien triunfa en los últimos años responde a un perfil como Del Bosque, como Guardiola, como Nadal, como Gasol, como Casillas, como Iniesta… grandes en su especialidad y grandes en su calidad humana, en sus principios. Ellos aseguran la victoria en su partido interno y seguramente eso les da la fuerza añadida necesaria para superar cualquier obstáculo externo.
Me centro en el deporte y compruebo como además de ganar muchas veces el partido exterior nuestros referentes en distintas especialidades suelen ganar siempre el interno. No traicionan el estilo propio, no fallan a sus compañeros y entrenadores en cuanto a esfuerzo, respeto, en cuanto a buena educación deportiva. Oía el otro día hablar al seleccionador de fútbol de la importancia de haber convivido cincuenta días de concentración sin ningún incidente, de la calidad humana de sus jugadores. Oía al profesor Álvarez hablar sobre la preparación mental y física de Rafa Nadal antes de afrontar las dificultades a las que le someterá el adversario. El baloncesto, en los últimos años, tiene bastantes referentes que ratifican la importancia de sumar valores humanos a los ya intrínsicos deportivos. Esos valores humanos es posible que no garanticen la victoria pero la ausencia de ellos sí garantiza el fracaso.
Y con todos esos ejemplos que asoman continuamente por nuestros principales escaparates no hay excusa para no entender la importancia de la formación adecuada de nuestros deportistas en sus años clave, es decir, cuando empiezan. Formemos buenas personas, fomentemos los valores y a partir de ahí y en paralelo formemos buenos deportistas. Me alegra mucho ver que quien triunfa en los últimos años responde a un perfil como Del Bosque, como Guardiola, como Nadal, como Gasol, como Casillas, como Iniesta… grandes en su especialidad y grandes en su calidad humana, en sus principios. Ellos aseguran la victoria en su partido interno y seguramente eso les da la fuerza añadida necesaria para superar cualquier obstáculo externo.
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