Hace muchos años comía con Alfred Julbe en un restaurante de menús en Badalona y le escuchaba atento su ya interesantes disertaciones sobre baloncesto. Entonces Julbe era un joven entrenador de élite que desafiaba desde el Joventut a los veteranos técnicos de la ACB con propuestas valientes y eficaces. Yo hacía de periodista en Gigantes del Basket y entrenaba algún equipo. Era Julbe uno de esos entrenadores de nueva generación que causaba admiración entre los entrenadores también de nueva generación.
Pasaron los años y yo seguí con mi doble actividad, una profesional como la del periodismo y otra vocacional como la de entrenar y de los muchos jugadores que tuve la oportunidad de “estropear” su progresión apareció uno llamado Manel Núnez, un chaval delgaducho que se pasaba horas con un balón en las manos en las viejas instalaciones de un entrañable club como es el Centre Catolic de L´Hospitalet. Manel, “Manelillo”, era “el talento”, la ilusión, la vocación de un chaval entusiasmado con el baloncesto. Recuerdo aquel año como entrenador del junior del Catolic con un sentimiento muy especial y también recuerdo – y mucho – al padre de Manel sentado a mi lado durante los partidos, como delegado del equipo, aguantando con disimulo mis enfados con su hijo por no bajar el culo en defensa y disfrutando con euforia contenida de esas canastas que sólo su chaval era capaz de hacer ante rivales mucho más musculados que "su" Manelillo. Una de las muchas satisfacciones que me ha dado el baloncesto como “entrenador invisible” viene precisamente de una bonita llamada de Manel el día que debutó con el senior del Cornellà en LEB…
Los años siguieron pasando y de pronto el baloncesto - o mejor el caprichoso destino - provoca que Alfred Julbe y Manel Núñez, esas dos personas que el baloncesto me presentó por vías diferentes coincidan como entrenador y jugador en un mismo equipo, en el Andorra, en la Adecco Plata mientras yo sigo con lo mismo, combinando, como hacen miles de “entrenadores invisibles” tareas profesionales y deportivas. Las Ligas Adecco son fabulosas porque, entre muchas otras virtudes, consiguen unir el baloncesto de todas las procedencias. Por cierto, mucha suerte a los dos.
Nota: Manel, un fuerte y sincero abrazo
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