Diré que por mi edad me permito tener puntos de referencia sobre lo que sucedía en las últimas décadas y la evolución que se ha producido en el juego hasta llegar al presente. La filosofía es similar, por no decir la misma, pero la capacidad de ejecución ha cambiado radicalmente. En el baloncesto de hoy el componente físico está absolutamente integrado en el desarrollo de la técnica y de la táctica.
Antes, es sólo un ejemplo, el base cruzaba la pista con más de quince botes y diez segundos, por el centro y mirando al frente mientras en el baloncesto actual se ve obligado a hacerlo, generalmente, con uno o varios defensores atacándole el balón desde su propia pista. El base del presente tiene entre sus obligaciones presionar al rival a toda pista en defensa para, cuando tiene el balón, “llegar jugando” en cinco o seis segundos. Un reto físico constante combinado con buenos gestos técnicos y además con obligación táctica. Cada vez más y de manera casi natural se van imponiendo bases "estilo Calderón", atletas capaces de tener velocidad, resistencia, explosividad. Últimamente surgen otros como Sada o Lull con esas características; “bases con piernas”. Eso sí, acaban triunfando los que además de "piernas", tienen mano.
Esa tendencia se traslada también a las categorías de formación donde se practica o al menos se pretende practicar un baloncesto de alta velocidad, de defensas presionantes, de posesiones cortas y aplicación del concepto de “llegar jugando”. Es muy difícil leer conduciendo un Ferrari pero creo que el siguiente reto que tenemos los formadores de jugadores es intentar enseñarles a entender el juego, el porqué de los conceptos e integrar esa enseñanza en un baloncesto de alta velocidad. Enseñar las diferencias entre la percepción cuando el balón está en sus manos o cuando lo tiene un compañero. Que en medio de esa locura en la que pretende convertir el partido la defensa rival, a velocidad máxima y con cansancio acumulado en las piernas, no es fácil pensar, leer, interpretar los conceptos. No es fácil, cierto, pero sí es necesario para ser un buen jugador.
Antes, es sólo un ejemplo, el base cruzaba la pista con más de quince botes y diez segundos, por el centro y mirando al frente mientras en el baloncesto actual se ve obligado a hacerlo, generalmente, con uno o varios defensores atacándole el balón desde su propia pista. El base del presente tiene entre sus obligaciones presionar al rival a toda pista en defensa para, cuando tiene el balón, “llegar jugando” en cinco o seis segundos. Un reto físico constante combinado con buenos gestos técnicos y además con obligación táctica. Cada vez más y de manera casi natural se van imponiendo bases "estilo Calderón", atletas capaces de tener velocidad, resistencia, explosividad. Últimamente surgen otros como Sada o Lull con esas características; “bases con piernas”. Eso sí, acaban triunfando los que además de "piernas", tienen mano.
Esa tendencia se traslada también a las categorías de formación donde se practica o al menos se pretende practicar un baloncesto de alta velocidad, de defensas presionantes, de posesiones cortas y aplicación del concepto de “llegar jugando”. Es muy difícil leer conduciendo un Ferrari pero creo que el siguiente reto que tenemos los formadores de jugadores es intentar enseñarles a entender el juego, el porqué de los conceptos e integrar esa enseñanza en un baloncesto de alta velocidad. Enseñar las diferencias entre la percepción cuando el balón está en sus manos o cuando lo tiene un compañero. Que en medio de esa locura en la que pretende convertir el partido la defensa rival, a velocidad máxima y con cansancio acumulado en las piernas, no es fácil pensar, leer, interpretar los conceptos. No es fácil, cierto, pero sí es necesario para ser un buen jugador.
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