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lunes, 26 de octubre de 2009

Entrenar equipos - entrenar jugadores


Abro debate y lo hago tras una reunión en la que participamos diferentes entrenadores del club en el que estoy. Hablábamos sobre jugadores jóvenes con proyección, de la difícil transición de edades junior a senior y de cuál debe ser el papel del área deportiva del club a la hora de incidir en aquellos aspectos de mejora para ayudar a que esa transición del baloncesto joven al adulto sea lo más adecuada posible. Tengo la suerte de pertenecer a un club donde existe especial interés en mejorar los procesos formativos de los jóvenes jugadores y también de los entrenadores.

Me gustaron las serenas reflexiones de entrenadores jóvenes pero perfectamente conscientes de la importancia de dar los pasos acertados para beneficio de los jugadores. De la capacidad para diferenciar el hecho de entrenar jugadores o entrenar equipos. Porque en edades de formación es fundamental individualizar objetivos consiguiendo que a la vez el colectivo funcione. Prestar especial atención a aquellos jugadores detectados y localizados como claramente proyectables sin que ello afecte al grupo. No es fácil esa misión por lo que requiere del talento de quien dirige deportivamente el club y de la capacidad de quienes entrenen. Ah! por cierto, hace mucho tiempo que defiendo que esas dos tareas no sólo son incompatibles sino claramente contraproducentes para el club en el caso de alternarlas. Salvo alguna excepción que particularmente no conozco cuando se ejerce de Director Deportivo y de Entrenador a la vez una de las dos tareas se hace inadecuadamente y, por lo general, ésta suele ser la dirección deportiva.

Localizados los jugadores en cuestión merecen un detallado análisis que aborde todas sus características como deportistas y como personas. Su educación, su formación deportiva, su capacidad intelectual, su capacidad de esfuerzo, su comportamiento en los entrenamientos, en los partidos, su relación con los demás, su entorno familiar… Todo ese detallado análisis del joven talento nos ayudará a saber qué, cómo y cuándo realizar las acciones que le ayuden a dar ligeros pero decisivos pasos adelante que contribuyan a su evolución. Eso y la definición de un rol en su equipo, de una responsabilidad a la que deba enfrentarse, de la oportunidad para desarrollar su talento individual.

sábado, 17 de octubre de 2009

Andrés Montes

Diccionario Andrés Montes
Mi hijo de 10 años ha quedado impresionado al enterarse de la noticia de la muerte de Andrés Montes. Le encanta el baloncesto y en los últimos veranos se lo ha pasado en grande con lo que hacían “ET” Gasol, “La Bomba” Navarro, “Espartaco” Felipe, “Multiusos” Garbajosa, “Rickybisnes”… y por supuesto con las bromas que oía de esa voz inconfundible, de los tambores de guerra… ¡Qué vienen los Siux”!, de los ratatatata, de los triiiiiiiiiiiiiiiiiples. Y como él muchísimos otros jóvenes aficionados, futuros jugadores... Le he contado una anécdota que viví hace años en el Palau Sant Jordi cuando Epi y Andrés Montes, entonces pareja televisiva en un programa de baloncesto del Plus, pasaron junto a una grada repleta de chavales. Muchos de ellos se acercaron para pedirle un autógrafo a… Andrés Montes. Recuerdo la sonrisa de Epi aceptando con resignación que la “estrella” del momento era el otro.

Se ha ido un tipo especial, un periodista y locutor singular, un profesional que tuvo la virtud de crear un sello propio. Un tío con personalidad y, según los que le conocían mucho más y mejor que yo, una gran persona. Siento una tristeza especial porque tengo la sensación de que esa vida maravillosa que él siempre proclamaba en sus transmisiones suele no serlo tanto y con demasiada frecuencia nos impacta con noticias muy crueles.

Eso sí, las desapariciones prematuras provocan que de pronto el recuerdo se agrande, que desaparezca la persona pero nazca el mito. Que a lo que se le daba relativa importancia adquiera una relevancia mayor. Porque desgraciadamente no andamos sobrados de ingenio, de sentido del humor, de fina autocrítica. Porque la ironía es necesaria y aunque seguro que durante sus locuciones algunos pudieran reclamar más información y menos cachondeo, seguro, seguro, que en el futuro otros muchos, entre ellos mi hijo Miquel, añorarán ese singular “partido paralelo” que también jugaba Andrés Montes.
En los últimos años Andrés Montes tuvo su contribución a los éxitos y promoción de nuestro baloncesto porque entre los muchos valores que la selección sabía trasnmitir, el del sentido del humor era un añadido que se colaba en los hogares conjuntamente con las medallas.

viernes, 9 de octubre de 2009

El discurso adecuado

En pocos días y por diferentes motivos he tenido el placer escuchar los discursos de responsables de firmas tan importantes y a la vez dispares como son Adecco y Suzuki. Marcas que tienen en común, además de un alto prestigio reconocido, su apoyo al baloncesto. Y debe ser porque la edad no perdona pero cada vez valoro más la carga de contenidos adecuados en este tipo de actos. Ha habido bonitas coincidencias como la constante referencia a los valores del baloncesto y la vida, a la manera de afrontar esa crisis que afecta a todos de maneras distintas pero con consecuencias similares. Y en esas intervenciones tanto de los representantes o responsables de las empresas en cuestión como de los receptores del patrocinio – en ese caso club o federación – he confirmado mi teoría de lo importante que es – lo ha sido siempre- transmitir con brillantez el mensaje adecuado.

Cuan importante es comunicar bien, no leer bien, escribo "comunicar" adecuadamente en un discurso que fundamentalmente desea transmitir el componente de ilusión imprescindible para afrontar nuevos retos. En ambos actos ha habido brillantez en la forma y en el fondo y claro, cuando esa es la imagen que se exporta tanto por parte de empresas, federaciones o clubes, pienso que el éxito está un poco más cerca que cuando el discurso es pobre, leído – incluso a veces hasta mal -. Si dicen que la cara es el espejo del alma, el discurso del responsable suele serlo de la entidad que representa. Sí, sí, ya se que hay excepciones… pero no tantas.