Durante estos días intento acercarme un poco más a los equipos implicados en la Triple Copa y, ya sea a través de sus entrenadores, directivos, jefes de prensa o incluso periodistas cercanos al equipo intento pulsar tanto los diferentes estados de ánimo de los participantes como el pulso de sus respectivas aficiones. Me acerco a las tres sedes, de Oro, Plata y Bronce.
Desde Tíjola me transmiten ilusión, sueños convertidos en realidad, esperanza de un futuro todavía por escribir, ambición por crecer desde la modestia haciendo realidad el milagro de llevar cerca de élite a una población de poco más de tres mil habitantes.
Desde Alicante percibo nostalgia por recuperar ese estatus de equipo grande y a la vez la necesaria humildad para recordar que no hace mucho en ese mismo pabellón donde se jugará la gran final de la Copa Príncipe ya se jugó otra anterior de la LEB, precisamente con el Melilla como campeón.
Desde Palencia recibo fuerza, sí fuerza de una ciudad identificada como nunca con un objetivo llamado baloncesto. Ambición por dar pasos adelante y llegar hasta donde están ciudades cercanas como Valladolid, Burgos, León… Si ellos están, ¿por qué no vamos a estar nosotros?
Será un fin de semana ilusionante, sí ilusionante. Porque esos equpos anfitriones y sus aficiones junto a sus rivales como Melilla, L´Hospitalet o Cantabria, dispuestos los tres a estropear la fiesta local, se convertirán en los protagonistas de nuestro baloncesto, en los triunfadores, en los héroes de la jornada. “Una final de Copa es el partido más bonito” repiten todos aquellos que la han jugado. Es un partido especial, un paso hacia la gloria porque para cada uno de nosotros la gloria está en la competición en la que participamos. Copa del Rey en la ACB, o la Triple Copa en las LEBs, todas ellas se convierten en el máximo objetivo de aquellos que las compiten.
lunes, 26 de enero de 2009
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