No hay un solo entrenador ni jugador – perdón, igual alguno hay - que no desee ascender de LEB Oro a ACB de la misma manera que no habrá un solo jugador ACB - quizás alguno debe haber – al que no le haga ilusión jugar en la NBA o ningún club que no quiera participar en Euroliga. La ambición deportiva, individual y colectiva, está muy por encima de otros razonamientos económicos e incluso de intereses deportivos. A la hora de jugar para ganar solo aparecen criterios deportivos y esos, siempre los más sanos, son los de intentar conseguir lo máximo.
El nivel de los equipos, de sus jugadores y técnicos, entre los mejores de la Adecco LEB Oro y los menos buenos de la ACB no es demasiado distante y sin embargo, visto lo visto en Fuenlabrada, la espectacularidad de los partidos entre ellos es más probable en LEB Oro que en ACB. La razón es tan simple como que esos jugadores y entrenadores de nivel medio alto que pueblan los equipos que viven en la frontera entre la ACB y la LEB Oro rinden mejor con la presión positiva de luchar por triunfar, por ascender, que con el miedo en el cuerpo de jugar para no fracasar, entendiendo por fracaso, el descenso.
Está claro que hablamos de un nivel inferior al de los seis o siete mejores equipos de ACB – Barcelona, Tau, Madrid, Unicaja, Joventut, Canarias, Pamesa… - pero para el resto, desde el CAI, Murcia, Fuenlabrada, Manresa o Menorca, por citar algunos, al Lucentum, Melilla, Tenerife o Los Barrios, por citar los cuatro protagonistas en Fuenlabrada, el hecho de jugar para ganar les hace mucho más fuertes y efectivos y convierte los partidos en un espectáculo más vibrante que el hecho de jugar para no perder. Las dos semifinales LEB Oro vividas en Fuenlabrada alcanzaron un nivel de juego tan extraordinario que nadie, absolutamente nadie de los espectadores presentes en el Fernando Martín de Fuenlabrada, quedó indiferente.
El nivel de los equipos, de sus jugadores y técnicos, entre los mejores de la Adecco LEB Oro y los menos buenos de la ACB no es demasiado distante y sin embargo, visto lo visto en Fuenlabrada, la espectacularidad de los partidos entre ellos es más probable en LEB Oro que en ACB. La razón es tan simple como que esos jugadores y entrenadores de nivel medio alto que pueblan los equipos que viven en la frontera entre la ACB y la LEB Oro rinden mejor con la presión positiva de luchar por triunfar, por ascender, que con el miedo en el cuerpo de jugar para no fracasar, entendiendo por fracaso, el descenso.
Está claro que hablamos de un nivel inferior al de los seis o siete mejores equipos de ACB – Barcelona, Tau, Madrid, Unicaja, Joventut, Canarias, Pamesa… - pero para el resto, desde el CAI, Murcia, Fuenlabrada, Manresa o Menorca, por citar algunos, al Lucentum, Melilla, Tenerife o Los Barrios, por citar los cuatro protagonistas en Fuenlabrada, el hecho de jugar para ganar les hace mucho más fuertes y efectivos y convierte los partidos en un espectáculo más vibrante que el hecho de jugar para no perder. Las dos semifinales LEB Oro vividas en Fuenlabrada alcanzaron un nivel de juego tan extraordinario que nadie, absolutamente nadie de los espectadores presentes en el Fernando Martín de Fuenlabrada, quedó indiferente.
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